Exceso de basura en los alrededores. Exceso de histeria. Exceso de pequeñas, emocionadas, tratando de entrar al Estadio Nacional. Así era el panorama previo al concierto de Justin Bieber, ayer, a las 17:30 hrs. Unas 6 mil pequeñas acompañadas de sus padres y preadolescentes vestidas de morado –porque es el color “favorito” de su ídolo– corrieron una maratón por Avenida Grecia, una procesión “religiosa” eterna: daba lo mismo si estaban insoladas, lo importante era conseguir un puesto privilegiado adentro.
Mientras los ánimos “biebermaníacos” se enardecían con el trascurso de las horas, unas jovencitas pasaron por el lugar disfrazadas de zombie, ya que se realizó la “Zombiewalk” en el centro de Santiago. Éstas se burlaron de sus congéneres fanáticas e, incluso, las insultaron. Las otras, por su lado, no echaron a perder la efervescencia del momento y sólo se rieron.
Entretanto, una mamá, hablando por teléfono con su marido, le comentó que su hija estaba bien, pero que le sorprendía ver tantas niñas desmayadas, deshidratadas. Le costaba comprender cuál era el encanto de Bieber; se reía porque encontraba que cantaba mal. “Bueno, es la moda de turno”, aseguró.
Pero ese fenómeno se instaló, querámoslo o no, en nuestro país. ¿Él canta mal? Más bien, tiene un registro vocal muy agudo. En el show de anoche fue posible constatar que sí es un músico talentoso: toca guitarra (no es un Jimi Hendrix, claro), pero la batería es lo suyo y debería sacarle más partido.
Los vendedores ambulantes fueron amos y señores de toda la manzana ñuñoína. Su merchandising fue variado, como es usual en tales megaeventos: chapitas, poleras, jockeys, tazones, cintillos brillantes, calendarios y hasta la biografía no autorizada “original” de Justin, “Ha nacido una estrella”.
El recital finalizó antes de las 23 hrs. y los padres, preocupados por la salida de más de 50 mil personas, esperaban a sus retoños. Las señales de telefonía móvil no funcionaron correctamente y la angustia se percibió en calles como Campo de Deportes y Pedro de Valdivia. La zozobra de los adultos en ese minuto fue opacada por la inmensa felicidad de muchas, quienes aún permanecían en el nirvana, cantando “Baby, baby, baby”.
Fuente: Terra
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